El demonio es un ser inteligente, no es una fuerza o una energía. Por tanto hay que entender que la tentación intenta ser un diálogo. Un diálogo entre la persona que resiste y el tentador. Sólo si la persona se resiste a considerar la tentación, entonces la tentación es simplemente insistencia por parte del demonio, pero sin respuesta nuestra.
Pero el demonio puede estar a nuestro lado durante mucho tiempo, analizarnos, conocernos y tentarnos justo por nuestro punto más débil. El demonio puede ser extraordinariamente pragmático. Es decir, sabe las posibilidades de éxito que tiene y puede tentar justo sólo en aquello que sabe que tiene alguna posibilidad. Si percibe que una persona no va a caer en un pecado grande puede tentar a que cometa algo menor. Si sabe que ni siquiera eso va a conseguir, puede tentar sólo a que cometa algo que es imperfección, ni siquiera pecado. Y dentro del campo de la imperfección tentará a aquello que sepa que es posible. Por ejemplo, sabe que tentar a la gula a un asceta puede ser perder el tiempo. Pero a lo mejor sabe que tiene posibilidades de éxito si le tienta a excederse en el ayuno. Y si ve que por ahí tiene éxito intentará tentarle a que se exceda en el ayuno justo en el modo que más favorezca su soberbia o en el modo que peor sea para su salud, etc. Otro ejemplo, si sabe que no tiene sentido tentar a una monja a que deje la oración, a lo mejor ve que lo mejor es tentarle a prolongar el tiempo de oración a costa del trabajo que tiene obligación de hacer. En otras ocasiones el demonio puede ver que más que tentar a pecar, puede ser más realista tratar de conseguir que el alma crea que ya no tiene que obedecer a su confesor puesto que es un hombre menos espiritual que ella misma. El demonio no tienta a la buena de Dios, sino que analiza y ataca donde ve que tiene alguna posibilidad. Y normalmente él tiene alguna posibilidad donde justamente el hombre virtuoso cree que tiene menos posibilidades.
He puesto ejemplos de tentaciones dirigidas a hombres de oración y ascéticos, porque el hombre entregado al vicio es un hombre sin protección, sin la protección de las virtudes. Sin esas corazas, todo su espíritu presenta múltiples flancos desguarnecidos, expuestos a la acción de las tentaciones. Sin Dios que protegiese a esas almas, cualquiera de ellas sería pasto del fuego de sus propias pasiones azuzado por la acción de los demonios. Por eso pedimos en el padrenuestro y líbranos del Malo. Esto demuestra que aunque dispongamos de la libertad para resistir, conviene que le pidamos al Creador que nos proteja.
Por esto el Señor nos ha puesto un ángel custodio o ángel de la guarda. Para que las inspiraciones malignas sean compensadas por las inspiraciones al bien.
Además, si uno es tentado y ora, la tentación desaparece. Es incompatible la tentación con la oración. La oración crea primero una barrera contra la tentación, pues nuestra voluntad y nuestra inteligencia se centran en Dios. Y si insistimos un poco más, el demonio no puede resistirla y huye.