Los curas villeros forman parte de la Iglesia católica de Argentina y desarrollan su labor en las zonas más golpeadas del conurbano bonaerense. Una de esas experiencias es encabezada por el Padre Tano, al frente de la Parroquia San José, en el partido de La Matanza, donde desarrolla una obra religiosa, comunitaria, en un escenario social cada vez más difícil.
El barrio lleva por nombre 17 de Marzo, fecha en la cual las tierras fueron tomadas en 1986, una época de numerosas ocupaciones en la provincia de Buenos Aires ante la falta de vivienda. Antes de eso todo era un campo, ahora es un barrio muy humilde del partido de La Matanza, poblado por casi dos millones de personas, golpeado por tres grandes problemas: la droga, la violencia y la falta de urbanización en varias zonas.
En medio de esas calles de casas bajas se encuentra un pequeño complejo compuesto por una capilla, una radio, una casa de la niñez, un preescolar, colegio primario, secundario, y un comedor, donde, este medio día de octubre, se sirven milanesas y arroz.
El lugar es parte de la parroquia San José, una obra iniciada años atrás por el padre Bachi, Basilico Britez, ahora continuada y ampliada por el padre Nicolás Angelotti o padre Tano como es conocido por la mayoría.
La construcción de la parroquia San José es una de las experiencias que llevan adelante los curas villeros en una de las zonas más golpeadas del país en la que, según los últimos números, el 54,3% de los menores de 14 años viven en situación de pobreza. Su trabajo cuenta con un reconocimiento central de vecinos, vecinas, de una comunidad que, insiste el padre Tano, es imprescindible acompañar en su organización de cada día.
Ese espacio es uno de los varios que abrieron en la zona: la parroquia San José abarca ocho barrios, entre ellos varios monoblocks de Ciudad Evita, Puerta de Hierro y San Petersburgo, zonas populares, golpeadas. La obra cuenta además con un polideportivo donde funcionan varias dependencias de instituciones del Estado para, por ejemplo, el sistema de acceso a la justicia, la cedulación o la vacunación, un parador para jóvenes que estaban en la calle, un hogar de mujeres, entre otras cosas. El sitio, hasta hace poco, era un terreno baldío que oficiaba de basurero, pegado a las zonas de venta de droga.
"Era un lugar donde se desangraba La Matanza", dice el padre Tano al comenzar a conversar con Sputnik en una pequeña oficina, donde tiene a sus espaldas un cuadro con dos personas centrales entre los curas villeros: el padre Bachi, fallecido en 2020 por COVID-19, y el padre Carlos Mugica, asesinado en 1974 en el barrio de Villa Luro, en la ciudad de Buenos Aires.
"Así como preparamos los nenes y las nenas para el pan de la primera comunión, que es recibir a Jesús en el pan de la primera comunión, por la misma fe que lo hacemos es que organizamos comedores comunitarios para el pan de cada día de la mesa de nuestros vecinos y vecinas, así como nos llaman a los curas para hacer la unción de los enfermos cuando una persona está grave, por la misma fe que hacemos eso nos organizamos con la comunidad para organizar una salita de primeros auxilios", explica el padre Tano.
"Entendemos que la vida hay que acompañarla de modo integral, y que nuestra fe es histórica y que nos invita a transformar la realidad que vivimos, y a recrear, renovar y recomenzar un mundo más humano, más fraterno, más solidario, más igual, más justo, más digno, tiene que ver con el corazón del evangelio de Jesús".
La corriente de los curas villeros tiene una historia en Argentina, con figuras como Mugica, el padre Daniel de la Sierra, el padre Jorge Vernazza, en los años 70, ligados al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo: "La primera intuición fue querer estar cerca del pueblo pobre y trabajador, fueron a vivir a esos barros que para mí es la intuición más grande y más noble y más importante que tuvieron los curas de las villas", cuenta el padre Tano.
"La segunda característica es que fueron en los distintos momentos de la historia, con los distintos desafíos, apasionados por el presente que les tocó vivir, entender que una fe no es algo que flota en el aire, sino un compromiso de la construcción de un reino de justicia, de paz, de igualdad, de dignidad. En su momento fue la lucha para que no se erradiquen las villas de Buenos Aires en primer lugar, después fue organizar cooperativas", explica.
El padre Tano, de 37 años, comenzó su trabajo "justo en la aparición de la pasta base [droga de bajo costo a base de cocaína] que nos entró como un tsunami, rompió absolutamente todo y que cambió todos los códigos que se vivían en el barrio", cuenta.
En efecto, la droga fue y es uno de los principales desafíos en los barrios, en particular en esa zona de La Matanza, conocida por la venta de pasta base y su impacto devastador.
Otro desafío es, explica, la integración urbana, que se sintetiza en una consigna pintada en varias paredes de la Parroquia San José: tierra, techo y trabajo. Esa consigna, sintetizada en "las tres T", fue enunciada en el año 2015 por el papa Francisco en la ciudad de Santa Cruz, Bolivia, en el Segundo Encuentro Mundial de Movimientos Sociales y Populares.
"Para nosotros el papa Francisco es el líder espiritual más grande que tiene hoy a nivel mundial la humanidad, comulgamos absolutamente, y nos convoca, a veces uno escucha el papa por internet desde Roma y parece que está hablando de lo que pasa en el barrio Puerta de Hierro, y eso es de un nivel de cercanía, de compasión y de comunión con los más pobres, que habla de una nobleza y una sintonía y una intuición con el pueblo muy grande".
El padre Tano conoce a Francisco —Jorge Bergoglio, cuando era arzobispo de Buenos Aires—, de varios años atrás. "Antes de entrar al seminario era Bergoglio el que me recibió, durante todo el seminario fue Bergoglio el arzobispo que yo tuve experiencia de vivir", cuenta.
Por esa razón, "durante los años de cura en la villa siempre estuve cómodo (…) no tengo la experiencia de haber vivido a contracorriente dentro de mi iglesia". Otros curas, por el contrario, como Bachi, vivió "con mucha soledad muchas de las opciones que hizo en su vida".
El mensaje de Francisco no es, sin embargo, escuchado "en el sentido amplio de la palabra", explica el padre Tano: "No se escucha y lleva a la práctica, no se escucha y se comulga, nos falta muchísimo en la Iglesia, en la sociedad civil, en los movimientos sociales, en la política, en los sindicatos, escuchar más al papa, hoy no le damos el lugar que podríamos darle para sacarle más jugo, más en Argentina".
Días atrás, el 16 de octubre, tuvo lugar el Cuarto Encuentro Mundial de Movimientos Populares, en el cual participó el papa. Ese día la Parroquia San José, organizó una actividad junto al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), liderado por Juan Grabois, quien mantiene un vínculo de cercanía con Francisco desde cuando era arzobispo de Buenos Aires. Allí, en el polideportivo de la parroquia, escucharon el mensaje de Francisco y luego dijeron unas palabras.
"Con el MTE uno se siente completamente en sintonía, convocado, comulgado, en sus opciones, en su camino, en su modo de organización, en sus valores. Fue un encuentro de comunidades, dos modos de organizar la comunidad: uno desde la fe para la justicia social; otro de un movimiento de trabajadores excluidos que se organiza en comunidad para, desde un lado más sindical, pero hay tantos puntos de encuentro", dice, y subraya la importancia de organizar a la comunidad.
"Es la hora de la comunidad, más en este tiempo de pandemia, el lugar que tiene la comunidad organizada en nuestros barrios", afirma el padre Tano. "La integración urbana se resuelve de abajo para arriba, no con un Estado que viene ilustrado, Estado-céntrico y soberbio a querer pensar que tiene todas las herramientas para resolver los problemas históricos que vivimos, cuando es la comunidad la primera que ya fue resolviendo esos problemas".
"Es la hora de la comunidad, y en este tiempo de pandemia, quedó de modo muy grosero sobre la mesa... que la que estuvo en el ojo de la tormenta fue la comunidad, mientras todos retrocedían, las escuelas se cerraban, el Estado retrocedía, la comunidad fue como granaderos cruzando esa cordillera alta que fue la de la pandemia, poniéndole el cuerpo, abriendo comedores".
El padre Tano habla desde la experiencia propia de la parroquia San José, la política comunitaria desplegada para enfrentar una realidad social que, muchos señalan, retrocedió en el tiempo de pandemia. Silvina, quien está al frente de la secundaria en la parroquia en el barrio 17 de Marzo, explica que "el robo es más frecuente y cada vez quieren agarrarnos a nuestros chicos, es una puja constante, desde acá les estamos mostrando a los chicos otras realidades, tratando de apartarlos uno poco de la droga, de la violencia".
La pandemia evidenció problemas de conectividad para poder seguir estudiando, llevó a deserciones escolares en un contexto donde existen numerosas situaciones de analfabetismo. La experiencia de los curas villeros en La Matanza pone de muestra lo que se puede avanzar desde el trabajo organizado en comunidad, en este caso a través de la Iglesia, para contener el retroceso y lograr algunos avances.
El padre Tano refleja una preocupación: "Uno peina el conurbano y ve que la mayoría de los barrios pobres no tiene la organización de la comunidad, ni de la Iglesia, ni de los movimientos sociales, ni del Estado, y ahí veo un déficit muy grande, uno tuvo la experiencia de ser testigo de lo que puede llegar a transformar la comunidad cuando se organiza, trabaja para abrir oportunidades concretas y para revertir la realidad de su barrio, como se antepone a la injusticia, al vacío, a la ausencia del Estado, como tracciona oportunidades".