En su afán de conseguir una Iglesia más humilde y cercana, el Papa Francisco ha decidido que de ahora en adelante el único título honorífico de monseñor será el de 'Capellán de Su Santidad'. Esta dignidad será atribuida a los sacerdotes mayores de 65 años y, no como antes, a partir de los 35 años. La figura del 'monseñor' o 'mi señor' se comenzó a conceder en el siglo XIV a aquellos presbíteros que servían de manera ejemplar al papado.
La medida carece de carácter retroactivo, de manera que muchos eclesiásticos de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia católica, seguirán manteniendo dicho título.
Ha sido la Secretaria de Estado del Vaticano el organismo que ha dirigido una circular para ordenar a las nunciaturas que informen a las conferencias episcopales de las nuevas instrucciones. La medida va en la dirección de desterrar ciertas actitudes que confieren a los clérigos un sentimiento de superioridad con respecto a las demás personas.
Francisco se inspira en la política que emprendió en 1968 Pablo VI, quien redujo considerablemente el abanico de títulos honoríficos dentro de la Iglesia, que llegaron a ser 14. Entre ellos figuraban prelados domésticos, cuatro tipos de protonotarios apostólicos, cuatro tipos de eunucos papales y al menos cinco tipos de capellanes papales.
En cualquier caso, la misiva establece que el uso de 'monseñor' permanecerá invariable cuando esté vinculado al ejercicio de «ciertos oficios importantes» como el de obispo o vicario general de la diócesis. Por añadidura, tampoco se producirán modificaciones en el seno de la Curia Romana.
Las instrucciones del pontífice argentino no introducen cambios en lo que atañe a los honores pontificios para los laicos.
La iniciativa se inscribe en el deseo de Francisco de reformar la Iglesia de forma gradual, para lo cual se ha dotado de un equipo de ocho cardenales, también llamado G8, que entre otros asuntos abordará las finanzas vaticanas, la búsqueda de un papel más relevante de la mujer en la Iglesia y un gobierno más horizontal en la gestión cotidiana de los asuntos eclesiásticos.
El Papa, que aspira a una Iglesia «pobre y para los pobres», pretende eliminar oropeles y vanidades. Jorge Mario Bergoglio ha apostado por que los miembros del clero se despojen de ambiciones personales. En este sentido, cobran relevancia sus palabras cuando definió como una «lepra» el afán desmedido de hacer carrera en la Iglesia.
Con esta disposición, Francisco aplica a la Iglesia una medida que ya puso en práctica al frente de la diócesis de Buenos Aires. No en balde, durante los quince años que estuvo Jorge Mario Bergoglio al frente de la archidiócesis argentina, nunca pidió al Vaticano ninguna distinción para los sacerdotes bajo su mando.
El de 'monseñor' no es el único título que Francisco ha retirado de la circulación. Ya en junio se supo que el Papa no tenía la intención de nombrar a ningún 'gentilhombre' más, el máximo título al que puede aspirar un laico en la Santa Sede. Esta figura sustituía a los antiguos camareros papales y, aunque no integra el cortejo pontificio, ocupa un lugar relevante en la asistencia de los ritos sagrados.