Sudán del Sur alarma a EEUU, a China

Mientras la producción de petróleo de Libia sigue colapsada desde la guerra civil que provocó la caída de Moamar Gadafi, en 2011, otro productor de petróleo de África, Sudán del Sur, corre el riesgo de quedar fuera del mercado del crudo tras el estallido de una feroz lucha étnica que podría dar lugar a una guerra civil. Sudán del Sur produce 200.000 barriles diarios de petróleo, una cifra que todavía es poco más del 57% de lo que bombeaba antes de alcanzar la independencia, hace dos años.

La principal zona petrolera, en el estado de Unity, fue ayer tomada por las fuerzas leales al ex vicepresidente Reik Machar, de la tribu nuer, que se ha rebelado contra el jefe del Estado, Salva Kiir, de la tribu dinka (que tiene muchos vínculos con los turkana de Kenia). El conflicto se ha internacionalizado, con Uganda, la gran potencia regional, enviando 300 soldados para apoyar a Kiir. Sólo en la capital de Sudán del Sur, Juba, han muerto cientos de personas esta semana en los enfrentamientos. Un avión de la Fuerza Aérea de EEUU que acudió ayer a evacuar al personal diplomático de ese país fue atacado y cuatro militares resultaron heridos.

El conflicto en Sudán afecta sobre todo a China, que a través de su empresa estatal China National Petroleum Corporation controla la mayor parte de los consorcios de empresas que producen y buscan hidrocarburos en Sudán, uno de los países más pobres del mundo. En 2012, la República Popular China importó 1,9 millones de toneladas de petróleo de Sudán del Sur. Varias decenas de trabajadores chinos de la industria petroleras podrían estar bloqueados por los combates en el Este del país.

Al alcanzar la independencia, Sudán del Sur se quedó con el 75% de las reservas probadas de petróleo de lo que antes era Sudán. Sudán del Sur no tiene salida al mar y, para exportar ese crudo usa dos oleoductos que pasan por Sudán y llegan al Mar Rojo. Durante cerca de un año, hasta marzo pasado, Sudán chantajeó al Sur exigiéndole el pago de unos derechos exorbitantes por el uso de esa infraestructura. Como consecuencia, las exportaciones sur sudanesas se colapsaron y ambos países se enfrentaron en una guerra fronteriza que amenazó con provocar la caída del régimen sudanés.

La crisis revela el lado problemático de la política de Pekín en materia de inversiones internacionales: sus empresas no hacen preguntas a los Gobiernos, y no cumplen ningún requisito laboral o medioambiental como los que atañen a sus competidores estadounidenses y europeos pero, a cambio, tienen que invertir en países con poca o nula estabilidad política e institucional.

Sudán del Sur es un ejemplo de ello. El país logró la independencia en 2011, tras cuatro décadas de guerra contra el Gobierno de Sudán, que empleó tácticas genocidas para subyugar a la población del Sur. Gran parte del conflicto es religioso y étnico: muchos sudaneses del Norte son musulmanes y se ven a sí mismos como árabes, mientras consideran a sus vecinos meridionales como infieles (ya que son cristianos o seguidores de religiones tradicionales) y negros (pese a que todos, los del norte y del sur, suelen ser indistinguibles).

En su intento para evitar la independencia, Sudán llegó a reactivar el tráfico de esclavos del sur en los años ochenta y noventa. Chin apoyó a Sudán contra los separatistas pero, cuando éstos lograron la independencia, logró establecer buenas relaciones con ellos.

Pero la cuasi guerra civil sudanesa no sólo preocupa en Pekín. El presidente de EEUU, Barack Obama, advirtió ayer contra "cualquier esfuerzo para tomar el poder [en Sudán del Sur] por medio del uso de la fuerza".

Estados Unidos ha sido uno de los mayores valedores de la lucha por la independencia de Sudán del Sur, debido en buena medida a la presión política de una coalición 'contra natura', formada por protestantes evangélicos muy conservadores, que veían el conflicto como un genocidio de cristianos a manos de los musulmanes, y por otro de estrellas de Hollywood de izquierdas, como George Clooney y Mia Farrow.