Cuando llegaron a donde estaba la gente, un hombre se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: ¡Señor, ten compasión de mi hijo y ayúdalo! Está muy enfermo y sufre de terribles ataques. Muchas veces, cuando le da un ataque, cae al fuego o al agua. Lo traje para que tus discípulos lo sanaran, pero no han podido hacerlo.
Jesús contestó: Ustedes están confundidos y no confían en Dios. ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho!
Jesús reprendió al demonio que estaba en el muchacho, y lo obligó a salir. El muchacho quedó sano. Poco después, los discípulos llamaron a Jesús aparte y le preguntaron: ¿Por qué nosotros no pudimos sacar ese demonio?
Jesús les respondió: Porque ustedes no confían en Dios. Les aseguro que si tuvieran una confianza tan pequeña como un grano de mostaza, podrían ordenarle a esta montaña que se moviera de su lugar, y los obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!