A finales de octubre, el Ejército estadounidense hizo públicos los planes para la bomba B61-13. De acuerdo con la declaración del Pentágono, este paso "mejoraría la disuasión de los adversarios, la confianza de los aliados y proporcionaría al presidente formas adicionales de ejercer influencia en objetivos militares complejos e instalaciones de gran superficie".
Hasta el día, de las 13 versiones anteriores, incluyendo la versión cero, cinco permanecen en servicio estadounidense: la tercera, la cuarta, la séptima, la undécima y la duodécima. La B61-7 y el B61-11 son las más potentes, de 340 kilotones y 400 kilotones respectivamente.
La B61-13 sustituirá a la séptima con la misma potencia de aproximadamente 26 (según algunos 19) bombas lanzadas sobre Hiroshima. Lo importante es que la munición tendrá un cuerpo moderno con un empenaje. La versión anterior se lanzaba en paracaídas, por lo que había que volar directamente sobre el objetivo. Así, el nuevo diseño permitirá atacar a distancia, lo que junto con mejoras de seguridad también prometidas por EEUU, ampliará considerablemente las dimensiones de su uso.
El Departamento de Defensa estadounidense asegura que a pesar de la novedad, el arsenal total de armas de destrucción masiva a disposición de Washington no cambiará.
De acuerdo con la revista Popular Science, los principales portadores del B61-13 deberían ser el avanzado bombardero furtivo B-21 Raider y, posiblemente, el B-2 Spirit si no se retira del servicio. En cuanto al B-52, el viejo avión es demasiado vulnerable a los modernos sistemas de defensa antiaérea a las distancias de lanzamiento de las bombas de gravedad.
Según la Federación de Científicos Estadounidenses, una organización de investigación sobre el control de armas nucleares fundada por miembros del Proyecto Manhattan, esta medida de la Administración Biden plantea interrogantes.
Durante los últimos 13 años, EEUU estaba modernizando la B61-12 (con una ojiva de rendimiento variable que va de 0,3 kilotones a 50 kilotones), destinada a sustituir a todas las demás versiones del arma. Con el mantenimiento de la unificación técnica de las cargas antiguas, el país esperaba ahorrar una buena suma de dinero.
Además, el proyecto se consideraba una alternativa moderna a la bomba más potente (hasta 1,2 megatones) B83-1. Washington creía que no tenía sentido porque los fines militares para los que podía utilizarse no eran comparables a las consecuencias de la explosión. La munición de megatones fue finalmente abandonada en 2022.
La versatilidad y la unificación fueron los principales argumentos a favor de la B61-12. El primer modelo se creó hace solo dos años. Sin embargo, las esperanzas de ahorro no se materializaron. Como señala el Boletín de Científicos Atómicos, una carga de 375 kilogramos cuesta unos 20,8 millones de dólares. Esto es una vez y media más que si la bomba se hubiera fundido en oro.
Ahora Washington ha anunciado la creación de otro tipo de B61. Es posible que surjan los mismos problemas, sobre todo porque el empenaje es similar al de la B61-12.
El Pentágono subraya que la decisión sobre el B61-13 "refleja una evaluación actual de la evolución del entorno de seguridad" y no está vinculada a ningún acontecimiento concreto. No obstante, la Casa Blanca se ha mostrado cada vez más activa en la actualización de los arsenales estratégicos.
El último documento publicado que rige la doctrina nuclear estadounidense, la Revisión de la Postura Nuclear, prevé una sustitución completa de la tríada nuclear. En primer lugar, misiles balísticos intercontinentales LGM-30 Minuteman III, que serán reemplazados por los LGM-35 Sentinel que se pondrán en servicio en 2030.
Los principales portadores de las armas de destrucción masiva estadounidenses son los submarinos, que representan el 70% de la potencia nuclear del Estado. EEUU espera que la clase Ohio sea sustituida por la clase Columbia en 2031, cuya primera unidad, el SSBN-826, se puso en quilla en junio de 2022.
Los bombarderos estratégicos también se verán afectados por las reformas. A finales de la década, la última versión del Stratofortress — el B52-J con motor F130 de Rolls-Royce, nuevo radar y modernos equipos de comunicación y navegación — surcará los cielos. Otro proyecto, el B-21 Raider, de Northrop Grumman, se posiciona como el primer avión de sexta generación del mundo. El Pentágono ya ha encargado un centenar de estos bombarderos, que deberían sustituir al conocido B-2 Spirit. Su puesta en servicio está prevista para 2025-2027.
Las pruebas periódicas de lo que ya está en servicio completan el panorama. En concreto, el 2 de noviembre, EEUU lanzó un Minuteman III, pero la prueba fracasó y el misil se destruyó en pleno vuelo.
Además, a finales de octubre, el Pentágono llevó a cabo una explosión no nuclear en el polígono del estado de Nevada, horas después de que Moscú retirara su ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (el documento nunca ratificado por EEUU).
Los políticos occidentales han acusado repetidamente a Rusia de intimidar a sus oponentes con armas de destrucción masiva. Sin embargo, a la luz de los últimos acontecimientos, surge una pregunta legítima: ¿quién amenaza realmente al mundo con un garrote nuclear?