Durante una tormenta con fuertes vientos, un roble gigante fue derribado. Se pensaba que el árbol gozaba de perfecta salud; es decir, por fuera parecía gozar de buena salud ya que tenía una forma casi perfecta y estaba lleno de hojas verdes. Sin embargo, el enorme árbol no pudo soportar el estrés del fuerte viento debido al deterioro en el interior. Lo que comenzó como una pequeña corrupción en el centro del árbol se había extendido hasta que ese tremendo árbol quedó tan debilitado que fue derribado por el viento.
Uno puede llegar a un punto en el que abandone a Dios por completo. Es porque él (como el árbol) se ha podrido por dentro.
Quizás el deterioro comenzó con una pequeña mentira o un pequeño trago de cerveza o el abandono de la asamblea para ir a pescar o acampar. Mucho antes de que nuestros pies nos lleven a donde no debemos ir, y nuestras manos hagan lo que no deben hacer, el deseo está en nuestro corazón (Salmo 119:9-11). Con corazones puros podremos soportar el estrés de la tentación y el estrés de la vida diaria.