A la hora del Ángelus de la fiesta de Todos los Santos, el Papa Francisco habló de las Bienaventuranzas descritas en el Evangelio de Mateo, definiéndolas como el carné de identidad de los santos.
Los santos no son personas que en su vida fueron perfectas, siempre lineales, precisas o «almidonadas», tal como nos lo revela el Evangelio, dijo el Papa a la hora del Ángelus del Día de Todos los Santos.
Y explicó que las páginas que Mateo dedica a las Bienaventuranzas – que pueden considerarse el carné de identidad de los santos – «¡hablan de una vida a contracorriente y revolucionaria!».
El Papa dijo que Jesús «no llama bienaventurados a aquellos que están en paz, sino a aquellos que hacen la paz, los constructores, los que trabajan por la paz». Y añadió que «de hecho, la paz hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia». Es un concepto de paz diferente al que solemos pensar: querer «estar en paz, que te dejen en paz, no tener problemas sino tranquilidad».
«A nosotros nos gustaría que la paz lloviera de lo alto, y en cambio, la Biblia habla de la ‘semilla de paz’ (Zc 8,12), porque germina del terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de justicia y de misericordia. Como nos muestran los testimonios luminosos que festejamos hoy»
Y si «se nos hace creer que la paz viene por la fuerza y el poder – prosiguió el Papa – para Jesús es lo contrario», de hecho «su vida y la de los santos» nos muestran «que la semilla de la paz, para crecer y dar fruto, debe morir primero».
«La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada»
En su diálogo ideal con los presentes en la Plaza de San Pedro el Obispo de Roma preguntó:
«¿Cómo convertirse, entonces, en alguien que trabaja por la paz?»
«Ante todo – dijo – es necesario desarmar el corazón. Sí, porque estamos todos equipados con pensamientos agresivos y palabras cortantes y pensamos en defendernos con el alambre de espino de la queja y con los muros de cemento de la indiferencia. La semilla de la paz pide que se desmilitarice el campo del corazón».
«¿Cómo? Abriéndose a Jesús, que es ‘nuestra paz’ (Ef 2, 14); estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de Él, en la Confesión, ‘el perdón y la paz’. De aquí se empieza, porque ser operadores de paz, ser santos, no es una capacidad nuestra, es un don suyo, es una gracia»
«Hermanos y hermanas – añadió el Papa – mirémonos dentro y preguntémonos: ¿Somos constructores de paz? ¿Allí donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chácharas que envenenan, polémicas? ¿o abrimos la vía de la paz: perdonamos a quien nos ha ofendido, nos ocupamos de los que se encuentran en los márgenes, reparamos alguna injusticia ayudando a quien menos tiene? Esto es construir la paz. Perdonar, cuidar a los más pequeños, curar las injusticias»
Puede surgir una última pregunta dijo el Papa Francisco a los fieles y peregrinos: «¿Conviene vivir así? ¿No es perdedor?».
«Es Jesús quien nos da la respuesta: los que trabajan por la paz ‘serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5,9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y del predominio, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, los más parecidos a Él»
«Pero, en realidad – concluyó – también aquí, el que prevarica se queda con las manos vacías, mientras el que ama a todos y no hiere a nadie gana: como dice el Salmo, ‘el pacífico tendrá porvenir’ (cf. Sal 37, 37)».
Antes de rezar a la Madre de Dios el Pontífice formuló votos para que «la Virgen María, Reina de todos los santos, nos ayude a ser constructores de paz en la vida de cada día».