Les escribo esto a ustedes, que confían en el Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. Confiamos en Dios, pues sabemos que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada.
Y así como sabemos que él oye nuestras oraciones, también sabemos que ya nos ha dado lo que le hemos pedido.
Si alguno ve que un hermano de la iglesia comete un pecado que no lleva a la muerte, debe orar por ese hermano, para que Dios le dé vida. Pero debe tratarse de un pecado que no lleve a la muerte. Porque hay pecados que llevan a la muerte, y quiero decirles que no se debe orar por quienes los cometen. Todo tipo de maldad es pecado, pero no todo pecado lleva a la muerte.
Sabemos que los hijos de Dios no pecan porque Jesucristo, el Hijo de Dios, los cuida, y el diablo no puede hacerles daño. Sabemos que somos de Dios, y que el resto de la gente en el mundo está dominada por el diablo. Y también sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y que nos ha dado la capacidad de conocer al Dios verdadero. Nosotros vivimos unidos a su Hijo Jesucristo; él es el Dios verdadero, que da la vida eterna.
Cuidado, hijos míos; no obedezcan a los dioses falsos.