También Saulo estuvo de acuerdo con el asesinato de Esteban. Unos hombres temerosos de Dios enterraron a Esteban y lloraron mucho por él.
A partir de ese día empezó una gran persecución contra los creyentes de Jerusalén. Saulo también trataba de destruir al grupo, entraba casa por casa, sacaba tanto a hombres como a mujeres y los metía en la cárcel.
Todos los creyentes huyeron a diferentes lugares de Judea y Samaria. Sólo los apóstoles se quedaron en Jerusalén.