Ahora Pedro ya no hace declaraciones enfáticas como las que encontramos en Mat_26:33-35. El hombre natural habla con audacia, y proclama sus sentimientos. Sin embargo, el verdadero amor que hay en nuestro hombre interior espiritual solo se puede descubrir cuando experimentamos el dolor de esta pregunta de Jesucristo. Pedro amaba a Jesús como cualquier hombre natural ama a una persona buena. Ese es el amor emocional que puede ser muy profundo en nuestro ser natural, pero que no llega al centro de la persona. El amor verdadero nunca tiene que hacer declaraciones públicas: "todo aquel que me confiese delante de los hombres (es decir, que confiese su amor por medio de todo lo que hace y no simplemente con sus palabras), también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios", Luc_12:8.
A menos que nos sintamos heridos cada vez que nos engañamos a nosotros mismos, la Palabra de Dios no está obrando en nuestra vida. Ella nos hiere como ningún pecado lo puede hacer, porque el pecado embota nuestros sentidos. Pero esta pregunta del Señor aumenta nuestra sensibilidad hasta el punto de que el dolor que Él nos produce es el más agudo que nos podamos imaginar. Duele no solamente en el nivel natural, sino también en el más profundo nivel espiritual. La Palabra de Dios penetra hasta partir el alma y el espíritu y ningún engaño puede permanecer. Cuando el Señor nos hace esta pregunta es imposible ser sentimentales, porque el dolor es demasiado intenso cuando Él nos habla de manera directa. Nos produce una herida tan grande que sus punzadas se pueden sentir en cualquier parte de nuestra vida que no concuerde con su voluntad. Cuando el dolor de la Palabra del Señor le llega a uno de sus hijos, es inconfundible; pero lo sentimos en el momento en que Dios nos revela su verdad.