Así que aunque siendo tu hermano en Cristo puedo atreverme a decirte qué hacer, prefiero suplicártelo en nombre del amor.
Yo, Pablo, ya viejo y ahora prisionero por la causa de Jesucristo, te pido un favor para Onésimo, quien aquí en la prisión se ha convertido en un hijo para mí.
Antes, él no te era útil, pero ahora se ha vuelto muy útil para ti y para mí. Te envío de nuevo a Onésimo, pero hacerlo es para mí tan difícil como perder algo de mí mismo.
Me gustaría que se quedara conmigo para que me ayudara en tu lugar mientras estoy prisionero por haber anunciado la buena noticia de salvación. Pero no quiero hacer nada sin tu permiso, para que no hagas el favor por obligación sino por tu propia voluntad.
Tal vez Onésimo fue apartado de ti por un poco tiempo para que pudieras tenerlo de vuelta para siempre. Ya no vuelve como un esclavo, sino como algo más valioso que un esclavo: como un hermano querido. Yo lo aprecio muchísimo, pero tú lo apreciarás aún más, ahora como integrante de tu familia y también como hermano en el Señor.
Si me consideras tu hermano en la fe, entonces recibe a Onésimo de nuevo, como si me recibieras a mí. Si Onésimo te ha tratado mal o si te debe algo, yo lo pagaré. Aquí pongo mi firma. Yo, Pablo, me comprometo a pagarte lo que Onésimo te deba, por no decir que me debes tu propia vida en la fe. Entonces, hermano, hazme este favor como seguidor del Señor; esto me levantaría el ánimo como hermano en Cristo.
Te escribo esta carta confiado en que harás lo que te pido y aun más. Prepárame también un lugar dónde quedarme, porque espero que Dios responda a sus oraciones de que yo pueda ir a visitarlos.