La palabra de Dios es viva y eficaz


“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” 
(Heb_4:12a).
Un estudiante cristiano universitario testificaba a otro que venía de un seminario liberal. Cuando en el transcurso de la conversación el creyente citó un versículo, el seminarista le dijo: “No creo en la Biblia”. Un poco más adelante el cristiano volvió a citar otro versículo, pero el seminarista, incómodo, replicó: “Ya te dije que no creo en la Biblia”. La tercera vez que el cristiano citó un versículo más, el seminarista se puso tan nervioso que explotó: “No me cites la Biblia. Te he dicho ya que no creo en ella”. Para entonces el creyente se sentía completamente derrotado y frustrado. Pensó que como ganador de almas era todo un fracaso.
Aconteció que el Dr. H. A. Ironside había sido invitado esa misma noche a su casa a cenar. Estaban a la mesa cuando el estudiante cristiano compartió su experiencia decepcionante con aquel seminarista. Entonces le preguntó al Dr. Ironside: “Cuando está tratando de testificarle a alguien y éste le dice: ‘No creo en la Biblia’, ¿qué hace?” El Dr. Ironside contestó con una sonrisa: “Simplemente cito más de ella”. éste es un consejo excelente para cualquier posible ganador de almas. Cuando la gente dice que no cree en la Biblia, simplemente cítala más veces. La Palabra de Dios es viva y poderosa. Ejerce un poderoso efecto sobre quien la escucha aun cuando no la crea.
Imaginemos a dos hombres en duelo. Uno le dice al otro: “No creo que tu espada sea de acero verdadero”. ¿Qué sucede? ¿Acaso el otro entrega su espada y admite la derrota? ¿Le da un discurso científico sobre el contenido de carbón y la maleabilidad del metal? ¡Qué ridículo! La da una buena estocada a su oponente, y le deja sentir cuán real es su espada. Así sucede con la Biblia. Ella es la espada del Espíritu y hay que usarla, más que defenderla. Ya se defiende bien sola.
No niego que haya lugar para las pruebas de la inspiración de las Escrituras en la apologética. Estas pruebas son valiosas y útiles para confirmar la fe de aquellos que ya son salvos, pero sólo en muy pocos casos éstas ayudan a que la gente venga a la fe que salva. Por regla general, la gente no se convence por razonamientos o argumentos humanos. Lo que los hombres necesitan es que se les confronte con la poderosa Palabra de Dios. Un solo texto bíblico vale más que miles de nuestros argumentos e ilustraciones.
Esto destaca la importancia de memorizar la Escritura. Si no la memorizamos, el Espíritu no podrá sacarla a la luz en el momento oportuno. Pero la idea central es que Dios no ha prometido honrar mis palabras sino las Suyas. Así que al tratar con los inconversos, debemos usar generosamente la espada del Espíritu y observar cómo, por un milagro de la gracia, produce convicción y conversión.