La llave de la oraciòn - Watchman Nee


LECTURA BÍBLICA: 
Mat. 7:8; Isa. 62:6-7
Mat 7:8  Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 
Isa 62:6  Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, 
Isa 62:7  ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra. 
La oración es un asunto de gran importancia en la vida espiritual del creyente. Todo cristiano genuino es consciente de esto y por eso ora. Sin embargo, aunque algunos hijos de Dios pasan tiempo orando por numerosos asuntos, sus oraciones no parecen tener mucho efecto. Es como si no hubiesen encontrado la manera correcta de orar. Esto se debe a que aún no han descubierto la llave de la oración.
En todo lo que hagamos, primero debemos hallar la clave para hacerlo. Si queremos entrar a un cuarto y la puerta está con seguro, no podremos entrar, a menos que tengamos la llave. Supongamos que se necesitan dos personas para meter una mesa en un cuarto. Algunas pueden hacerlo sin ningún problema; otras tal vez lo hagan torpemente, tropezándose y golpeando la mesa, haciendo un enorme esfuerzo por pasar la mesa a través de la puerta. Aunque el tamaño de la mesa y el ancho de la puerta sea el mismo en ambos casos, la diferencia radica en las personas que cargan la mesa. Algunos tienen la clave o el secreto para cargar la mesa, otros no. Los primeros son personas que han encontrado la clave para hacer bien las cosas; son trabajadores aptos. Después que una persona ha descubierto la clave, puede hacer las cosas dos veces más rápido que los demás, mientras que aquellos que no la tienen, se esfuerzan en vano. Este mismo principio se aplica a la oración. Mateo 7 habla de los principios relacionados con la oración, uno de los cuales es: “El que busca, halla” (v. 8). Buscar requiere un esfuerzo. Todo el que busca sin interés ni seriedad, no hallará nada. Buscar implica tener paciencia y perseverancia, y a menos que seamos minuciosos, no hallaremos lo que buscamos. Cada vez que Dios no responda a nuestras oraciones, debemos ser pacientes y buscar diligentemente la llave de la oración. En el pasado, Dios respondió las oraciones de muchos santos porque poseían la llave de la oración. Si leemos la biografía de George Müller, quien fundó un gran número de orfanatos, podemos ver que él era un hombre de oración; durante toda su vida siempre recibía respuestas a sus oraciones. George Müller había descubierto la llave. Muchos creyentes sinceros hacen oraciones largas y elaboradas, pero no reciben respuestas de parte de Dios. En la oración, las palabras son indispensables, pero nuestras palabras deben ir al grano; deben ser palabras que toquen el corazón de Dios y lo conmuevan de tal forma que no tenga más alternativa que conceder nuestras peticiones. Las palabras específicas son la llave de la oración, pues concuerdan con la voluntad de Dios, y El no puede evitar responderlas. Veamos la llave de la oración en algunos ejemplos de las Escrituras.
LA ORACION 
DE ABRAHAM POR SODOMA 
Gén 18:16-33
Gén 18:16  Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos. 
Gén 18:17  Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, 
Gén 18:18  habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? 
Gén 18:19  Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. 
Gén 18:20  Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, 
Gén 18:21  descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré. 
Gén 18:22  Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová. 
Gén 18:23  Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? 
Gén 18:24  Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? 
Gén 18:25  Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? 
Gén 18:26  Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. 
Gén 18:27  Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. 
Gén 18:28  Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco. 
Gén 18:29  Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. 
Gén 18:30  Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. 
Gén 18:31  Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte. 
Gén 18:32  Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. 
Gén 18:33  Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar.
Cuando Dios le comunicó a Abraham que estaba a punto de ejecutar Su juicio sobre Sodoma y Gomorra, por la maldad de dichas ciudades, Abraham esperó delante de El. Luego comenzó a orar por Sodoma. El no se limitó a decir: “¡Oh Dios, ten misericordia de Sodoma y de Gomorra!” Tampoco le suplicó a Dios con gran vehemencia, diciendo: “¡Prohibe que Sodoma y Gomorra sean destruidas!” Abraham se aferraba al hecho de que Dios es un Dios justo (Gn. 18:25); ésa era la llave de su oración. En profunda humildad y con gran sinceridad, procedió a hacerle una serie de preguntas a Dios. Sus preguntas fueron sus oraciones. A medida que oraba, permaneció firme sobre la base de la justicia de Dios. Finalmente dijo: “No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez” (v. 32). Después de esto, no continuó haciendo más peticiones. Después de que Dios le respondió, se nos dice que “Jehová se fue”. Abraham no trató de aferrarse a Dios ni tampoco insistió con su oración. El regresó a su lugar.
Algunos tal vez piensan que Abraham debió haber continuado suplicándole a Dios y que no debió haberse detenido con tan sólo diez justos. Sin embargo, las Escrituras muestran que Abraham conocía a Dios y conocía la llave de la oración.
El escuchó al Señor decir: “El clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo ... El clamor ... ha venido hasta mí” (vs. 20-21). Si no hubiesen ni siquiera diez justos en una ciudad, ¿qué clase de ciudad es ésa? El Señor ama la justicia y aborrece la iniquidad (He. 1:9). El no puede encubrir el pecado y abstenerse de ejercer Su juicio. La destrucción de Sodoma y Gomorra era la terrible consecuencia de su pecado y era la manifestación de la justicia de Dios. Cuando Dios destruyó esas ciudades, no cometió ninguna injusticia en contra de ningún hombre justo; El “rescató al justo Lot, oprimido por la conducta licenciosa de los inicuos” (2 P. 2:7). La oración de Abraham fue concisa y recibió respuesta. No hubo injusticia en Dios. El no hizo morir al justo con el impío (Gn. 18:25). Nosotros lo adoramos y lo alabamos por esto.
JOSUE INQUIERE EN CUANTO A LA DERROTA EN HAI 
Jos 7
Jos 7:1 Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel. 
Jos 7:2  Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai. 
Jos 7:3  Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos. 
Jos 7:4  Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. 
Jos 7:5  Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua. 
Jos 7:6  Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas. 
Jos 7:7  Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! 
Jos 7:8  ¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? 
Jos 7:9  Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre? 
Jos 7:10  Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? 
Jos 7:11  Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. 
Jos 7:12  Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. 
Jos 7:13  Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros. 
Jos 7:14  Os acercaréis, pues, mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones; 
Jos 7:15  y el que fuere sorprendido en el anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha quebrantado el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel. 
Jos 7:16  Josué, pues, levantándose de mañana, hizo acercar a Israel por sus tribus; y fue tomada la tribu de Judá. 
Jos 7:17  Y haciendo acercar a la tribu de Judá, fue tomada la familia de los de Zera; y haciendo luego acercar a la familia de los de Zera por los varones, fue tomado Zabdi. 
Jos 7:18  Hizo acercar su casa por los varones, y fue tomado Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá. 
Jos 7:19  Entonces Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras. 
Jos 7:20  Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho. 
Jos 7:21  Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello. 
Jos 7:22  Josué entonces envió mensajeros, los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo de ello. 
Jos 7:23  Y tomándolo de en medio de la tienda, lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron delante de Jehová. 
Jos 7:24  Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor. 
Jos 7:25  Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos. 
Jos 7:26  Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor, hasta hoy.
Cuando los hijos de Israel atacaron la ciudad de Hai: “Huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua” (Jos. 7:4-5).
Después de un triunfo tan poderoso en Jericó, ¿por qué los hijos de Israel sufrieron una derrota tan aparatosa en Hai? Lo único que Josué podía hacer era postrarse ante Dios, acudir a El, esperar, y preguntarle por la causa de la derrota. Josué estaba afligido por el peligro en que se hallaba Israel, pero se afligía aún más a causa de la deshonra que esto había traído al nombre del Señor; por lo tanto, inquirió: “¿Qué harás tú a tu grande nombre?” Esta fue la
llave de su oración. El honró el nombre de Dios. ¡Su preocupación era qué haría Dios por Su propio nombre! Cuando Josué llegó a este punto, Dios habló. Dijo: “Israel ha pecado ... por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos ... ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros” (vs. 11-12). A Dios le importaba Su propio nombre, y no podía tolerar el pecado entre Su pueblo. El escuchó la oración de Josué y lo instruyó a que descubriera el pecado que había causado el problema y le pusiera fin.
Después de que Josué esclareció la causa de la derrota de Israel, se levantó muy temprano para dar por terminado el asunto y descubrió que el pecado era la codicia de Acán. Cuando Israel eliminó ese pecado, la derrota se convirtió en victoria. Tolerar y esconder nuestro pecado es hacer que el nombre de Dios sea blasfemado y es darle a Satanás ocasión para atacar al pueblo de Dios. Josué no se limitó a orar con celo y sin discernimiento, y tampoco le pidió a Dios que salvara a Su pueblo y le diera la victoria una vez más. La deshonra que esto trajo al nombre de Dios le causó gran dolor, y su súplica le recordó a Dios que solucionara este asunto por causa de Su propio nombre. Su oración fue al grano y produjo una respuesta de parte de Dios. Josué primero tuvo que encontrar la razón del fracaso. El tuvo que descubrir el pecado y ponerle fin para que se le diese gloria a Jehová, el Dios de Israel.
LA CONSULTA DE DAVID CON RESPECTO A LOS TRES AÑOS DE HAMBRE 
2 Sa 21:1-9, 14
21:1  Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová, y Jehová le dijo: Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas. 
2Sa 21:2  Entonces el rey llamó a los gabaonitas, y les habló. (Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel, sino del resto de los amorreos, a los cuales los hijos de Israel habían hecho juramento; pero Saúl había procurado matarlos en su celo por los hijos de Israel y de Judá.) 
2Sa 21:3  Dijo, pues, David a los gabaonitas: ¿Qué haré por vosotros, o qué satisfacción os daré, para que bendigáis la heredad de Jehová? 
2Sa 21:4  Y los gabaonitas le respondieron: No tenemos nosotros querella sobre plata ni sobre oro con Saúl y con su casa; ni queremos que muera hombre de Israel. Y él les dijo: Lo que vosotros dijereis, haré. 
2Sa 21:5  Ellos respondieron al rey: De aquel hombre que nos destruyó, y que maquinó contra nosotros para exterminarnos sin dejar nada de nosotros en todo el territorio de Israel, 
2Sa 21:6  dénsenos siete varones de sus hijos, para que los ahorquemos delante de Jehová en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehová. Y el rey dijo: Yo los daré. 
2Sa 21:7  Y perdonó el rey a Mefi-boset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento de Jehová que hubo entre ellos, entre David y Jonatán hijo de Saúl. 
2Sa 21:8  Pero tomó el rey a dos hijos de Rizpa hija de Aja, los cuales ella había tenido de Saúl, Armoni y Mefi-boset, y a cinco hijos de Mical hija de Saúl, los cuales ella había tenido de Adriel hijo de Barzilai meholatita, 
2Sa 21:9  y los entregó en manos de los gabaonitas, y ellos los ahorcaron en el monte delante de Jehová; y así murieron juntos aquellos siete, los cuales fueron muertos en los primeros días de la siega, al comenzar la siega de la cebada. 
2Sa 21:14  Y sepultaron los huesos de Saúl y los de su hijo Jonatán en tierra de Benjamín, en Zela, en el sepulcro de Cis su padre; e hicieron todo lo que el rey había mandado. Y Dios fue propicio a la tierra después de esto.
“Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová” (v. 1). David no hizo una oración sencilla diciendo: “Oh Dios, este período de hambre ha durado tres años; te rogamos que tengas misericordia de nosotros. Ponle fin a esto y concédenos una cosecha abundante este año”. No, David no oró de esta manera. “David consultó a Jehová”. El buscó la causa del hambre. La consulta de David fue al grano; tocó la llave. Dios dijo: “Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas” (v. 1). Dios no tolerará el pecado de romper un voto, y David tuvo que eliminar este pecado. Después que resolvió ese problema, la palabra de Dios relata que “Dios fue propicio a la tierra después de esto” (v. 14). David poseía la llave de la oración; por eso fue al grano, y su oración produjo la respuesta de Dios.
LAS ORACIONES DEL SEÑOR JESUS 
Jua 12:27-28; Mat 26:39-46
Jua 12:27  Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. 
Jua 12:28  Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. 
Mat 26:39  Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 
Mat 26:40  Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 
Mat 26:41  Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 
Mat 26:42  Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 
Mat 26:43  Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 
Mat 26:44  Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 
Mat 26:45  Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 
Mat 26:46  Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega. 
Las oraciones de nuestro Señor eran perfectas, y siempre tocaban la llave de la oración. Cuando se rehusó a recibir a los griegos que lo buscaban, dijo: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré?” (Jn 12:27). El revertió el asunto cuidadosamente y pensó: “¿Qué diré? Padre, sálvame de esta hora”. No, El sabía que no podía orar de esa forma. El lo reconoció y por eso añade: “Mas para esto he llegado a esta hora” (v. 27); por lo tanto oró: “Padre, glorifica Tu nombre”. Esta oración tuvo una respuesta inmediata. “Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (v. 28). Si esta fue la forma en que el Hijo de Dios, como el Hijo del Hombre, oró a Dios mientras estaba en la tierra, ¿cómo entonces nos atrevemos en el impulso del momento a abrir nuestros labios para hacer oraciones apresuradas? Es esencial que descubramos la llave de la oración.
Esa noche en el huerto de Getsemaní nuestro Señor Jesús estaba triste hasta la muerte. ¿Cómo oró en tales circunstancias? Dijo: “Padre Mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39).
El poseía la llave de la oración. No le temía a la muerte, y aunque tenía libertad de hacer Su propia voluntad, escogió no hacer su propia voluntad; El prefirió hacer la voluntad de Su Padre. Así que oró por segunda vez: “Padre mío, si no puede pasar de Mí esta copa sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad” (v. 42). Luego oró por tercera vez diciendo las mismas palabras (v. 44). Cuando tuvo la certeza de cuál era la voluntad de Su Padre, dijo a Sus discípulos: “La hora está cerca ... Levantaos, vamos” (vs. 45-46). Si nuestro Señor como un hombre sobre la tierra supo usar muy bien la llave de la oración y se negó a Sí mismo a fin de procurar la voluntad de Dios, ¿cómo podemos nosotros pronunciar negligentemente unas cuantas palabras en oración y pensar que ya podemos discernir la voluntad de Dios?
LA ORACION DE LA MUJER CANANEA 
Mat 15:22-28; Mar 7:24-30
Mat 15:22  Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 
Mat 15:23  Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 
Mat 15:24  El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 
Mat 15:25  Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 
Mat 15:26  Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 
Mat 15:27  Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 
Mat 15:28  Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora. 
Mar 7:24  Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 
Mar 7:25  Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. 
Mar 7:26  La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. 
Mar 7:27  Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 
Mar 7:28  Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 
Mar 7:29  Entonces le dijo: Por esta palabra, vé; el demonio ha salido de tu hija. 
Mar 7:30  Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama. 
Cuando la mujer cananea estaba angustiada y en necesidad, clamó: “¡Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David!” (Mt. 15:22). ¿Fue sincera su oración? Ciertamente lo fue. Pero es sorprendente que el Señor “no le respondió palabra” (v. 23). Los discípulos parecen haber sentido lástima de ella, porque hablaron en favor de ella: “Despídela, porque viene gritando detrás de nosotros” (v. 23). Pero el Señor les respondió: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (v. 24). La respuesta del Señor le dio a la mujer la llave para acercarse. Ella vio que el Hijo de David solamente se relacionaba con la casa de Israel, no con los gentiles. Así que ella vino y le adoró, diciendo: “¡Señor, socórreme!” (v. 25). Ella lo llamó “Señor”, y no “Hijo de David”. Ella comprendió que sólo los Hijos de Israel tenían derecho a usar este título; así que ella abandonó la base equivocada sobre la cual estaba, y dirigió su oración refiriéndose a El como “Señor”. Esta oración provocó Su respuesta: “No está bien tomar del pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (v. 26). Aparentemente Su respuesta fue muy fría; era como si el Señor la estuviera rechazando y humillando. En realidad, El estaba tratándole de mostrar dónde se hallaba ella para que finalmente pudiera conocer el significado de la gracia. La mujer vio su posición; ella pudo ver al Señor y también Su gracia y, aferrándose de la llave de la oración, dijo: “Sí, Señor; también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v. 27). Esto hizo que el Señor la elogiara, diciéndole: “¡Oh, mujer, grande es tu fe!” (v. 28). Ella había encontrado la clave de la oración, y espontáneamente expresó fe. En Marcos 7 el Señor dijo: “Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija” (v. 29).
La oración obtuvo respuesta “por esta palabra”. Su palabra tocó la llave de la oración. Debemos aprender de este caso. Aunque oramos con frecuencia, nuestras oraciones se pierden como una piedra que se lanza al océano; desaparece sin ninguna respuesta de parte de Dios. No hemos hallado la llave correcta para abrir la puerta; sin embargo, tampoco tratamos de descubrir la razón por la cual Dios no responde nuestra oración. Hermanos y hermanas, ¿cómo podemos esperar que Dios responda unas oraciones tan insensatas? En todas nuestras oraciones debemos primero encontrar la llave; solamente cuando hagamos esto podremos esperar obtener respuestas de Dios.
Una vez examinados estos casos relacionados con la oración, tengamos en mente que a medida que oramos, debemos prestar atención a la voz interior y aprender a no ser gobernados por las circunstancias, los pensamientos ni los afectos. Cuando escuchemos esa suave y tierna voz interior que nos dice que oremos, cuando en lo profundo de nuestro ser tenemos el sentir de que debemos orar, entonces debemos hacerlo de inmediato. Las circunstancias sólo deben ser un medio que nos lleve a la presencia de Dios para allí esperar en El; ellas no deben regir nuestra vida, y no debemos permitir que ellas nos impidan orar. Nuestra mente sólo debe servir para organizar nuestro sentir interior, el cual debe ser expresado en palabras; ella no debe ser donde se origine nuestra oración. La oración es la expresión del sentir interior que pasa por la mente, aunque no se inicia allí. La oración conforme a la voluntad de Dios es solamente posible cuando estamos en armonía con Su voluntad. No es el ejercicio de forzar a Dios a que complazca las emociones de los hombres. Si nuestras emociones no son disciplinadas, no podremos orar, ya que nuestras oraciones no podrán hallar salida. Cada vez que estemos bajo el control de nuestras emociones, oraremos de una manera natural, según nuestros propios deseos, y nos será muy difícil orar conforme a la guía interior. Por lo tanto, debemos tocar la llave de la oración.
Cada vez que nos encontramos orando de manera ineficaz e infructuosa, debemos primero pedirle al Señor que nos dé Su luz y procurar descubrir cuál es la causa de que no hallemos respuesta. Al consultar con el Señor, llegaremos al punto en que sentiremos que hemos obtenido algo, que en nuestro interior algo se activa, y escucharemos una suave y tierna voz que desde nuestro interior nos dice: “¡Eso es!” Cuando esto suceda, habremos encontrado la llave de la oración. A medida que usamos la llave para continuar orando, podemos tener la certeza de que Dios responderá nuestra oración.
En Isaías 62:6dice: “Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás”. Estos guardas son hombres de oración. Ellos tienen que vigilar permanentemente a fin de ver si algo sucede, y deben gritar cuando algo ocurra. Un hombre de oración debe recordarle los asuntos al Señor continuamente. Esta no es tarea de un individuo ni de unos cuantos; es necesario que un grupo considerable de hombres ore de esta forma. “Todo el día y toda la noche no callarán jamás”. Esta son compañías que velan continuamente; juntos descubren algo, y juntos oran sin cesar a Dios “hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra” (v. 7). Debemos perseverar en oración hasta que el Cuerpo de Cristo sea edificado. Dios necesita nuestras oraciones. El quiere que tengamos un espíritu de oración, un ambiente de oración y la llave de la oración. Hermanos y hermanas, levantémonos de nuestra condición y aprendamos a orar. Busquemos la llave de la oración para que podamos satisfacer la necesidad de Dios hoy.
UNA COMISION ESPECÍFICA EN LA ORACION
Lectura bíblica: Jer. 33:2-3; 1 Ts. 5:19
UNO
Todo hijo de Dios debe de tener una comisión de orar por algo específico.
Ningún hijo de Dios puede decir que nunca la haya recibido. No obstante, sólo la podemos recibir cuando nuestro espíritu está abierto a El. La condición que necesitamos para recibir este encargo es un espíritu abierto a Dios. Una vez que hayamos recibido esta comisión, debemos llevarla a cabo fielmente por medio de la oración. Después de haber cumplido con esta comisión específica, recibiremos una segunda, y después una tercera y así sucesivamente. Por lo tanto, lo más importante es tener un espíritu abierto a Dios. Debemos decirle: Abro mi ser ante Ti para orar
A causa de nuestra infidelidad, rara vez recibimos este sentir. Por lo tanto, si queremos colaborar con Dios, debemos permanecer sensibles y no rechazar ningún sentir que provenga de El. Si sentimos que debemos orar por algo, debemos hacerlo inmediatamente. Al principio el deseo de orar no es muy intenso, pero irá cobrando fuerza a medida que avancemos. Si apagamos el Espíritu y no damos libertad a este sentir por medio de la oración, se desvanecerá, y sólo lo podremos recobrar confesando nuestro pecado y obedeciendo fielmente a partir de ese instante a todo sentir que Dios nos ponga. Debemos orar tan pronto como seamos inducidos a hacerlo. Si respondemos fielmente al sentir que tenemos, Dios nos
continuará dando comisiones específicas en la oración. La única razón por la cual no recibimos una comisión específica es no haber cumplido la anterior, y por no haberlo hecho, quedamos aprisionados bajo su peso. Si llevamos a cabo la primera comisión de orar, recibiremos otra. Quizás al principio este sentir sea casi imperceptible, pero debemos obedecerlo. Si somos fieles al Señor en esto, Dios continuará poniendo en nosotros el deseo de orar por algo específico. Hermanos y hermanas, si deseamos ser útiles para Dios, debemos recuperar ese sentir de orar que hemos perdido.
Esta comisión de orar por algo específico se relaciona directamente con la obra del Señor. Por lo tanto, debemos procurar hacer la voluntad de Dios en todo y esperar que El nos comunique el deseo que tiene en Su obra. Este deseo de orar por algo específico manifiesta la voluntad de Dios. El sentir que
recibimos es el medio por el cual Dios manifiesta Su voluntad, y también es la voluntad misma de Dios.
Por ejemplo, puede ser que Dios le ponga el sentir definido de predicar el evangelio. Si usted obedece y actúa según la voluntad de Dios, cuanto más predique, más satisfará ese sentir. Tal vez sienta un peso al principio, pero  cuanto más predique, más liviano se le hará. Sin embargo, si usted no descarga ese peso, éste aprisionará su espíritu, y sentirá que aumenta con el tiempo. Con el tiempo, usted se volverá insensible y no volverá a percibir nada.
La vida interior comenzará a desvanecerse; sentirá como si hubiese una barrera entre usted y Dios (no significa que pierda su salvación eterna, ni que se condene; simplemente significa que usted sentirá como si su vida hubiese dejado de moverse), como si ya no pudiera tener contacto con el Señor, y como
si el peso lo hubiera aprisionado. La obra espiritual en su totalidad proviene de un sentir. Si uno trata de laborar sin tener un sentir definido, la obra que haga no tendrá ningún resultado. Pero si labora de acuerdo con el sentir que recibe, todo su ser será más libre a medida que avanza. Tal vez inicialmente usted sienta un peso, pero a medida que ora, el peso se aliviana y usted se siente satisfecho. El valor de su obra depende del sentir que haya recibido con relación a ella. Sin este sentir definido, su labor no tendrá ningún valor espiritual. Cada vez que usted actúe conforme a un sentir definido, se sentirá reconfortado y será edificado. A medida que presenta su oración, usted es edificado. Sin esta comisión específica en la oración, usted sentirá que está laborando en vano e incluso sentirá desaprobación a medida que avanza. En toda obra espiritual, debe esperar primero hasta recibir una carga de parte de Dios y proponerse luego a descargarla conscientemente.
DOS
Esto no implica que constantemente tengamos que examinar nuestro interior para descubrir si tenemos un sentir. Entre los hijos de Dios, no hay nada más dañino que encerrarse en sí mismo. Es muy peligroso desviar nuestra mirada hacia nuestro interior. Esto puede ser más grave que el pecado. El pecado se puede reconocer rápidamente, pero no sucede lo mismo cuando uno se mete en sí mismo. Una enfermedad que no se siente es siempre mucho más grave y dañina que un mal obvio. Si le preguntaran si es correcto ser orgulloso o tener envidia, inmediatamente respondería que no. Estos defectos son evidentes.
Pero usted puede estar encerrado en sí mismo veinte veces en un sólo día sin tener la sensación de haber hecho nada malo. Si pelea, inmediatamente se percata de que ha hecho algo malo y puede identificar su problema. Pero puede meterse en sí mismo sin tener la menor idea de lo maligno que es eso.
Mirar nuestro interior perjudica mucho la vida cristiana. Muchos cristianos se mantienen encerrados en sí mismos y llevan una vida de falsa espiritualidad. 
Antes de actuar se detienen y preguntan: ¿Es esto un peso que se me haya dado? ¿Es de Dios este sentir que tengo? ¿He recibido este encargo? ¿Cuál es la comisión por la que tengo que orar?
 Si un hombre se hace continuamente estas preguntas, no sabe lo que es la comisión específica en la oración. Supongamos que alguien le pide que lo ayude a llevar una mesa de un cuarto otro. Mientras lo hace, ¿acaso se pregunta si eso es una carga? ¿Diría acaso que no es una carga porque la mesa es muy liviana, pero que lo sería si fuese más pesada? No. Siempre que uno sienta el peso de algo, ésa es una carga.
Recuerde que una carga es algo que usted conoce, no algo que tenga que descubrir. Si tiene el deseo de orar por algo específico, lo sabe. Es erróneo mirar hacia el interior de uno para ver si tiene el sentir o no. La comisión específica de orar es algo de lo que uno es consciente, no algo que se busca. Es de suma importancia reconocer este hecho. No se obtiene ningún beneficio de la reflexión. El mayor daño que un cristiano puede sufrir viene de meterse en sí mismo, pues esto lo engaña. No es necesario buscar constantemente este sentir. Si siente que debe predicarle el evangelio a alguien y se detiene para preguntarse si ha recibido esta comisión, la oportunidad desaparecerá.
Hermanos y hermanas, no nos ayuda rebuscar en nosotros mismos. Es fácil percibir si uno tiene la comisión de orar. No necesita escudriñar tratando de hallar este sentir. Si tiene que mirar dentro de sí para encontrar un sentir, es que no tiene ninguno. No es necesario pedir nada. Si tiene ese sentir dentro de usted, inmediatamente lo sabrá. Si algo pesa sobre usted, eso es una comisión para orar.
Si uno siente un peso interior, aquello es una comisión específica por la cual orar, y si responde a ella, se sentirá aliviado. Entonces quedará libre para que Dios le dé otra, y será edificado en el proceso. La obra de Dios se lleva acabo de esta forma. El ministerio de oración se lleva a cabo de la misma manera. La oración y la obra son inseparables. Sin oración no puede haber ninguna labor.
Por lo tanto, uno debe aprender a aceptar esta comisión y cumplirla por medio de la oración. Puede ser que el Señor ponga en usted cierto asunto y le haga sentir el deseo de orar. Si usted ora, la carga será aliviada y usted se sentirá reconfortado. Pero si no lo hace, sentirá que el peso de esa carga lo agobia. Si
no ora hoy, ni mañana ni el día siguiente, se sentirá perturbado cada vez que piense en ello, y este sentir se volverá cada vez más pesado por no haber hecho lo que debía. Después de ponerla una o dos veces de lado, terminará por no sentirla más. Si en repetidas ocasiones usted actúa en contra de su sentir, llegará al punto en que no lo sentirá. Perderá el contacto con Dios y no podrá tener comunión con El. Se levantará una barrera entre usted y Dios por no haber sido fiel a la comisión dada y no haber actuado según la dirección de Dios. Toda obra debe ser conducida por una comisión específica de oración, sea que la obra se dirija a Dios o a los hombres. Cuando uno tenga una comisión de orar, debe actuar conforme a ella. De no hacerlo, se sentirá muerto por haber hecho caso omiso de la voluntad de Dios. Este sentir en la oración es un requisito necesario en la obra de Dios. Una vez que usted tenga una comisión específica en la oración, tendrá que actuar conforme a ella.
TRES
Aunque es posible que el sentir que tengamos sea de Dios y que nuestro deseo de orar sea la voluntad de Dios, también puede ser que nuestro conocimiento gobierne este sentir, principalmente en su etapa inicial, aunque hay excepciones. Por ejemplo, Dios puede recordarnos ciertas cosas y pedirnos que oremos por ellas. Es posible que a la media noche nos despierte para que nos levantemos a orar por un hermano que vive en un sitio lejano. Estas cosas no son muy comunes, pues Dios no hace esto muy frecuentemente. A veces El tiene que buscar a otra persona de muy lejos, al no poder encontrar a alguien cerca; no obstante, éstas son excepciones. En condiciones normales, Dios dirige a los hombres según lo que sepan. Es por esto que decimos que el conocimiento gobierna la comisión específica en la oración en su etapa inicial.
Después de que uno tiene el conocimiento, no necesariamente tiene este sentir. Quizás conozcamos la condición de todo lo relacionado con ciertos hermanos y hermanas, y aun así, no tengamos ningún sentir con relación a ellos ni nos sintamos conmovidos en nuestro interior. Aunque tenemos el conocimiento, no deseamos orar por ello. Por lo tanto, la comisión específica en la oración no viene primordialmente del conocimiento; sin embargo, éste gobierna nuestro sentir al comienzo. Por ejemplo, Dios puede darle a uno el conocimiento de ciertos asuntos y el deseo de orar y de ayudar en la situación.
Es así como recibe uno la comisión. Se puede formar este sentir al principio a través del conocimiento. Inclusive la mayor parte de dicha comisión parte del conocimiento. No es común que Dios inicie este sentir sin que se tenga algún tipo de conocimiento al respecto. No obstante, puede haber excepciones. A
veces Dios puede darle a uno el deseo de orar por cierto hermano que posiblemente esté enfermo o en dificultades de lo cual uno no esté informado.
Sin embargo, Dios le pone un sentir definido en su interior de orar por él. Quizás después de unas semanas o unos meses, reciba una carta de él, en la que se entere de que él se hallaba enfermo y en dificultades. Hay casos como éstos, pero no son comunes. Esto puede suceder, pero es esporádico. Por lo general, este sentir de orar se inicia a partir del conocimiento. Sin embargo, esto no significa que el conocimiento por sí solo equivalga a un sentir.
CUATRO
Puesto que la oración es un ministerio cristiano importante, surge una pregunta: cuando haya un sentir intenso de orar, ¿debemos expresarlo en palabras, o debemos guardar silencio? ¿Podemos simplemente llevar nuestro sentir silenciosamente ante Dios?
Creemos que si Dios nos da un sentir definido, El quiere que lo expresemos con palabras. Si sólo tenemos unas cuantas palabras dispersas, debemos usarlas.
Este sentir definido es expresado únicamente con palabras. Si permanecemos callados delante de Dios, el deseo de orar no se irá, sino que se volverá cada vez más intenso. Es sorprendente el valor que tienen nuestras palabras en la esfera espiritual. Dios toma en cuenta no sólo lo que creemos, sino también lo que decimos. El presta atención no sólo a las intenciones de nuestro corazón, sino también de las palabras de nuestra boca. Nuestro Dios dijo a la mujer cananea: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija (Mr. 7:29).
Las pocas palabras que pronunció la mujer cananea hizo que el Señor obrara. Puede ser que hagamos una petición en nuestro corazón, pero tiene más efecto si la expresamos con palabras. Parece como si Dios nos pidiera que expresáramos lo que tenemos en el corazón. La oración del Señor en el huerto de Getsemaní fue crucial, y fue una oración hecha con gran clamor (He. 5:7).
No queremos decir que solamente debemos hacer oraciones en voz alta. A veces no es necesario que oremos audiblemente. Pero si tenemos un peso en nuestro interior, el peso que sentimos y la expresión exterior deben concordar. 
Si el sentir que tenemos dentro no es fuerte, las oraciones en voz alta no son más que ruido. Pero si el sentir en nuestro interior pesa, debe ser expresado con sonidos audibles. Si no podemos orar en voz alta en nuestra casa, entonces debemos encontrar un lugar donde podamos expresar nuestro sentir como el Señor lo hizo. A veces El se retiraba a un lugar desierto (Mr. 1:35) y en otras ocasiones, se iba a un monte (Lc. 6:12). Si no podemos ir al desierto ni al monte, de todos modos debemos orar audiblemente, aunque sea en voz baja. 
Lo importante es que nuestras oraciones sean expresadas verbalmente. Si nuestro sentir de orar es lo suficientemente fuerte, encontraremos un lugar adecuado para hacerlo. Dios desea que articulemos nuestro sentir con palabras. Si no lo hacemos, este sentir permanecerá en nosotros. Algunos dicen erróneamente que oran en silencio y que no importa mucho si esta comisión específica en la oración es cumplida o no. Si un hombre no ha terminado la obra que tiene en sus manos, no puede proseguir a la siguiente.
De la misma forma, si nuestro deseo de orar no es aliviado, Dios no puede darnos otro. Tenemos que responder a nuestro sentir con nuestras palabras para que Dios pueda darnos otro sentir.
Muy frecuentemente, nuestra dificultad radica en que aunque estamos conscientes de tener una carga por la cual orar, no sabemos cómo presentarla cuando nos arrodillamos. Sabemos que tenemos un peso dentro de nosotros, pero no sabemos que decir. Necesitamos darnos cuenta de que nuestro sentir está en el espíritu, mientras que la comprensión de este sentir está en la mente. Cuando nuestro espíritu toca nuestra mente, entendemos el sentir que tenemos en el espíritu. Cuando nuestro espíritu y nuestra mente entran en contacto, ambos llegan a tener claridad. Algunas personas sienten un peso, pero no saben qué es. Esto se debe a que su espíritu aún no ha tocado su mente. Por consiguiente, cuando su espíritu tiene un sentir, su mente no lo comprende. ¿Cómo se puede establecer contacto entre el espíritu y la mente?
De una forma muy sencilla. Si usted desea encontrar algo, ¿qué hace para hallarlo? Si el objeto está en el occidente, ¿cómo podría encontrarlo yendo hacia el oriente a buscarlo? Tendría que darle la vuelta al mundo para hallarlo. Puede ser que el objeto esté a un kilómetro de distancia, pero usted habría tenido que caminar alrededor de la tierra para encontrarlo. Usted debe tomar como centro el punto donde esté y comenzar a buscar desde ahí moviéndose gradualmente del centro a la circunferencia, expandiendo el
círculo a medida que avanza. De esta forma, abarcará todas las direcciones.
Esta es la mejor manera de buscar las cosas. Cuando su espíritu pierde el contacto con la mente, usted debe hacer lo mismo. Cuando se arrodille para orar, no se aferre tenazmente a una cosa. Esto sería caminar en una sola dirección, y así no encontraría fácilmente lo que busca. Ore por muchas cosas y en muchas direcciones. Después de proferir unas cuantas frases, puede percibir que aquello no es el asunto por el cual debe orar; entonces debe dejarlo y tomar otro asunto. Quizás tenga que cambiar dos, tres o cuatro veces de enfoque. Puede ser que después del segundo asunto, llegue a tener claridad, o tal vez tenga que mencionar cinco o seis cosas antes de sentir que ha tocado algo que concuerde con su sentir; pero una vez que ore por esto, su mente y su espíritu se unirán. Usted debe entonces orar específicamente por ese asunto a fin de aliviar su carga. Una vez que ore de esta forma, se sentirá aliviado, y cuando haya respondido a su primer sentir, estará listo para recibir otro de parte de Dios.
CINCO
Muchos cristianos no pueden ser usados por Dios en el ministerio de la oración porque están sobrecargados. Nunca han llevado a cabo ninguna comisión específica en la oración. Dios les da la comisión de orar y puede ser que la reconozcan; e incluso quizás su mente y su espíritu estén conectados, y aún así no oran; dejan que este sentir se vuelva cada vez más pesado hasta que llegan a sentirse tan abrumados por su peso, que no pueden soportarlo más.
Entonces el sentir de orar se va. Hermanos y hermanas, la obra de Dios se obstaculiza seriamente si no tenemos un espíritu libre para servir como instrumentos útiles. Si necesitamos que alguien nos ayude a hacer cierta tarea, pero lo vemos con las manos demasiado ocupadas, sería inútil que buscáramos su colaboración. De la misma forma, si estamos sobrecargados, ¿cómo puede Dios encomendarnos algo más a nosotros? Es por esto que debemos responder a ese sentir; eso nos hará libres, y Dios podrá darnos más. 
Si no llevamos a cabo esta comisión, no podremos llevar a cabo un ministerio de oración delante del Señor. El ministerio de oración requiere un espíritu libre. Si tenemos un sentir en nuestro espíritu y no oramos por él, no podremos pasar a orar por otro. Si tenemos el deseo de orar, pero no somos fieles en esto ni en tomar el ministerio de oración delante del Señor, sentiremos una carga pesada el primer día, más pesada el segundo y aún más pesada el tercero. Después de varios días, el sentir gradualmente se desvanecerá, y también la fuerza para orar. Si tenemos este sentir y no oramos, a la larga, esto nos costará nuestro ministerio de oración. Por lo tanto, debemos dedicar tiempo para cumplir con nuestro ministerio de oración. La mejor manera de orar es hacerlo con dos o más personas; esto nos salvará del individualismo.
Muchos no han aprendido a orar con otros. Al orar en compañía, no sólo debemos orar, sino también escuchar. Si aprendemos a orar de este modo, la oración en espiral de la que hemos hablado, es decir, la que se extiende del centro hacia la circunferencia, será eficaz. Por medio de la oración, podemos expresar el sentir que Dios nos ha dado. La oración libera nuestro espíritu y nuestro ser y permite que Dios continuamente nos encomiende un nuevo sentir. Hoy día, Dios necesita la cooperación de Su iglesia en la tierra y nuestra cooperación por medio de la oración. Espero que podamos cumplir Su voluntad