No mirando cada uno por lo suyo propio

“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”
 (Flp_2:4).
La expresión clave en Filipenses 2 es “otros”. El Señor Jesús vivió para los otros. Pablo vivió para los otros. Timoteo vivió para los otros. Epafrodito vivió para los otros. Nosotros también debemos vivir para los otros.
La Escritura nos manda que lo hagamos así, no sólo porque es correcto sino porque es para nuestro propio bien. Si en algunas ocasiones cuesta vivir para los demás, lo contrario es aún más costoso.
Nuestra sociedad está llena de gente que vive solamente para satisfacer sus intereses personales. En vez de mantenerse ocupados sirviendo a los demás, se sientan cómodamente en casa a darle vueltas a sus problemas. Pasan revista a cada achaque y dolor insignificante y pronto se convierten en hipocondriacos declarados. En su soledad se quejan de que nadie se interesa por ellos y pronto se suman en la auto-compasión. Cuanto más tiempo pasan pensando en ellos mismos, más se deprimen. La vida se convierte en un gran horror introspectivo de oscuridad. Muy pronto visitan al doctor y tragan enormes cantidades de pastillas, que jamás curarán su egocentrismo. Poco después frecuentan el diván del psiquiatra buscando alivio a su aburrimiento y hastío de la vida.
La mejor terapia para personas como éstas, es una vida de servicio a los demás. Hay muchos recluidos e inválidos que desean que les visiten. Abundan los ancianos que necesitan de un amigo. Estamos rodeados de individuos solitarios que podríamos alegrar si tan sólo recibieran una carta o tarjeta postal. Proliferan los hospitales que agradecen la ayuda voluntaria, y hay muchos misioneros que reciben con gusto noticias de su país (también un poco de color de billetes de dinero les vendría bien para alegrar su escenario). Todavía hay almas que salvar y cristianos que enseñar. En resumen, no hay excusa para que nadie se aburra, y suficiente quehacer para llenar nuestra vida de actividades productivas. En el mismo proceso de vivir para los demás, ampliamos nuestro círculo de amigos, hacemos nuestra vida más interesante, y encontramos realización y satisfacción. P.M. Derham dijo: “Es muy difícil que un corazón que está lleno de compasión por los demás sea absorbido por sus propias penas y envenenado por su propia autocompasión”.