¿Qué es una creencia errónea?


"¿Por qué me siento así?", pregunta la persona afligida. Generalmente, él o ella tiende a echar la culpa a alguna otra cosa o persona. "Es mi esposa. Ella es la que hace que me sienta así". O bien: "Todo es culpa de mi marido". "Mi trabajo no me satisface", o "Mis amigos me desilusionaron", o "Mis hijos son un desastre". Algunos echan la culpa de sus propios problemas a la iglesia. Critican al pastor, se quejan de que los miembros son poco amistosos o de que todo el mundo, salvo ellos, es hipócrita.
Todos tenemos algo que quisiéramos cambiar en nuestra vida. Nadie tiene circunstancias perfectas. No obstante, ¿qué es lo que nos decimos a nosotros mismos acerca de esas circunstancias?
Hace algunos años, un hombre, al que llamaremos Juan, estaba en la ruina. Era cristiano y había creído en Dios la mayor parte de su vida. Sin embargo, ahora, después de quince años de vida matrimonial, se vio obligado a vivir solo. Se encontraba separado de su familia y debía enfrentar un divorcio que él mismo no deseaba. Pensaba que todo aquello era el fin del mundo. Se sentía totalmente desdichado. Perdió muchas noches tratando de aliviar su angustia con la bebida. Se sentía tan infeliz que quería morir, porque sencillamente no veía ninguna salida a esas penosas circunstancias.
Finalmente decidió acudir a un sicoterapeuta cristiano. Una vez iniciada la terapia, gradualmente comenzó a ver que no tenía por qué dar por terminada su vida. Dejó de pensar en el suicidio, y su fe en Dios comenzó a profundizarse. Comenzó a pensar en Dios como en el Dador de todo lo bueno. Llegó a conocerlo en una nueva dimensión, y poco a poco su vida cambió.
Usando sus propias palabras: "Un día mientras me ensimismaba en mi desdicha, escuche' las palabras que me había estado diciendo a mí mismo, cosas como '¿Qué sentido tiene todo? Estoy completamente solo. Nadie me quiere ni se preocupa por mí. Nadie quiere estar conmigo. Me siento rechazado e inútil . . .'. Repentinamente algo me impactó. Pensé: 'Pero, ¿qué es lo que me estoy diciendo?' "
Juan se cuestionó su manera de plantearse a sí mismo las cosas. Reconoció que había algo radicalmente errado en lo que había estado diciéndose a sí mismo, y comprendió que su depresión no se debía al divorcio inminente sino a lo que él se decía a sí mismo sobre el asunto.
Como resultado, empezó a cambiar las cosas que se decía a sí mismo. Esto requirió determinación y arduo trabajo de su parte. No fue fácil al comienzo, pero porque se negó a ser el blanco de un paquete de mentiras autodestructivas, se enseñó a sí mismo a declararse la verdad.
EN LUGAR DE: Soy un fracasado y no valgo nada.
DIJO: Mi matrimonio fracasó, pero Dios me ama profundamente. En consecuencia, soy importante.
EN LUGAR DE: Estoy solo y me siento desdichado.
DIJO: Estoy sin compañía, pero no me siento solo.
EN LUGAR DE: Estoy separado de mi familia y ya no habrá felicidad para mí.
DIJO: Estoy separado de mi familia y eso duele pero a pesar del dolor, puedo vivir.
También dejó completamente la bebida. Enfrentó las afirmaciones destructivas que venía haciéndose a sí mismo. Se dijo: "El hecho de que esté solo no significa que tenga que sentirme desolado". Se dijo a sí mismo la verdad y usó su situación como una oportunidad para disfrutar, gozar y deleitarse en la presencia del Señor Jesucristo.
Sus circunstancias no habían cambiado, pero sí había cambiado lo que se decía a sí mismo acerca de ellas. Descubrió que se había estado diciendo un montón de mentiras que provenían directamente del diablo.
Hay tres pasos para llegar a ser la persona feliz que tú estás destinada a ser:
1. Localiza tus creencias erróneas. (Juan descubrió que había estado diciéndose mentiras a sí mismo.)
2. Elimínalas. (Juan las enfrentó. "No me siento solo".)
3. Reemplaza las creencias erróneas con la verdad. ("Es una tontería decir que nadie me puede querer y que soy un inútil. El Dios del universo me ama con un amor eterno. En él tengo innumerables capacidades y habilidades, y soy infinitamente valioso para él".)
Juan comprendió que el estar solo en realidad puede resultar una experiencia maravillosa con el Señor. Si se hubiera seguido aferrando a sus ridículas creencias erróneas, hace tiempo que hubiera ido a parar a la tumba, sintiéndose desolado y desgraciado. Felizmente, se recuperó completamente y ahora lleva una vida maravillosamente plena. Nunca volverá a sufrir la angustia autodestructiva de la que una vez fue víctima. Cuando aprendió a ver la verdad acerca de sí mismo, aprendió también a enfrentar y librarse de las mentiras que lo podrían haber destruido.
¿QUE ES LA VERDAD?
Muchos filósofos y pensadores a través de los tiempos se han sentido fascinados por la idea de la verdad: qué es y qué significa para nuestra vida.
Uno de ellos fue un hombre llamado René Descartes. Fue un católico romano devoto que vivió a comienzos del siglo XVII. Se hizo famoso tratando de descubrir la verdad clara e indubitable.
Descartes se cansó de las interminables discusiones de los filósofos y decidió poner fin definitivamente a sus desacuerdos.
Con el objeto de encontrar alguna verdad que fuera lo suficientemente incuestionable como para que nadie pudiera dudar de ella, Descartes decidió tomar como punto de partida sus propias dudas acerca de las cosas. Sistemáticamente dudó de todo lo que era posible dudar. Al dudar de todo, se dijo a sí mismo que estaba pensando. Luego consideró que, ya que estaba pensando, tenía que existir.
De allí vienen sus famosas palabras: "Pienso, luego existo". Descartes finalmente había descubierto lo que consideraba una verdad incuestionable: creía que lo más importante acerca de la verdad es llegar a ella. El problema con su afirmación es que no nos dice mucho acerca de cómo vivir y ser felices con esa verdad.
Marco Aurelio fue otro pensador. Fue emperador de Roma alrededor del año 150 después de Cristo, y también se interesó por la verdad. Fue un gobernante estoico y se distinguió como uno de los emperadores romanos más inteligentes y concienzudos. Tuvo muchas fallas, una de las cuales fue su rechazo de los cristianos, pero a pesar de ese lamentable desacierto, investigó el problema de la verdad. En su libro Meditaciones, comparte un tremendo descubrimiento que puede cambiar nuestra actual manera de vivir.
Marco Aurelio comprendió que las emociones humanas no son simplemente el producto de las circunstancias casuales, sino que están determinadas por la manera de pensar de la gente.
Mientras que Descartes dijo: "Pienso, luego existo", Marco Aurelio pudo haber dicho: "Pienso para determinar lo que soy".
¡Exacto!
En el libro de los Proverbios, en la Biblia, al referirse al hombre se nos dice: "'Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Pro_23:7). Al estudiar ésta y otras citas bíblicas referentes a la importancia del pensar correctamente, descubriremos que la Biblia enseña categóricamente que los sentimientos, las pasiones y la conducta del hombre están determinados y condicionados por la manera en que piensa.
Marco Aurelio desenterró una verdad cuyo alcance no pudo apreciar completamente porque no conocía al Señor Jesucristo, quien dijo: "Yo soy . . . la verdad" (Jua_14:6).
Como seres humanos, no estamos condenados a una existencia fría, sin emociones, mecánica. Somos criaturas que vibramos con energía física, emocional y mental. Una vez que estirpamos las irracionalidades y mentiras de nuestro pensamiento, y las reemplazamos por la verdad, podemos tener vidas satisfactorias, ricas y emocionalmente plenas.
Estas irracionalidades no siempre son fáciles de definir. Mucho de lo que nos decimos no está expresado en palabras. Nuestros pensamientos a menudo son imágenes o actitudes carentes de palabras. Puedes sentirte incómodo y aislado en lugares muy concurridos, aunque nunca llegues a expresar esos sentimientos en palabras. Puedes sentir temor de algo y evitarlo, sin que en realidad sepas qué está ocurriendo en tu sistema de creencias.
¿Pero cómo podemos cambiar? ¿Cómo nos ponemos en contacto con aquello que realmente está ocurriendo dentro de nosotros?
Un paciente, llorando podrá decir: "Doctor, creo que la raíz de mi problema data de mi infancia". ¡Cuántas veces escuchamos esto!
Nuestra cultura, teñida por la filosofía de Freud, casi ha establecido como obligatorio creer que no puede haber curación sicológica sin una exploración profunda y detallada del pasado del individuo.
Sin embargo, no son los eventos pasados o presentes los que hacen que nos sintamos de la manera que nos sentimos, sino nuestras interpretaciones acerca de ellos.
Nuestros sentimientos no son el resultado de las circunstancias presentes o de nuestra lejana infancia. Nuestros sentimientos son el resultado de lo que nos decimos a nosotros mismos acerca de nuestras circunstancias, sea que lo expresemos en palabras o en actitudes.
Lo que nos decimos puede ser: (1) verdad, o (2) mentira.
Si te dices falsedades o mentiras, vas a creer en falsedades y mentiras. Si te dices que eres un bruto inexperto que no puede hacer nada bien, lo vas a creer. Si crees algo, vas a obrar según lo que crees.
Por eso es que tus creencias verdaderas y tus creencias erróneas son los factores más importantes de tu vida emocional y mental.
LAS CREENCIAS ERRÓNEAS
La expresión creencias erróneas es importante. En realidad es el nombre más apropiado que podemos dar a algunas de las cosas ridículas que nos decimos a nosotros mismos. Es atroz el sufrimiento que experimentamos debido a los continuos ataques de pensamientos negativos y emociones heridas. Las creencias erróneas son la causa directa del desorden emocional, de las conductas inadaptadas, y de la mayoría de las llamadas "enfermedades mentales". Son la causa de aquellas conductas destructivas en las que persiste la gente, aun teniendo plena conciencia de que son perjudiciales (tales como comer de más, fumar, mentir, emborracharse, robar o cometer adulterio).
Las creencias erróneas generalmente aparecen como verdades para la persona que se las dice a sí misma. Incluso pueden llegar a parecer verdaderas para un consejero poco experto. Es así en parte porque a menudo contienen algún fragmento de verdad y en parte porque el que sufre nunca ha examinado ni cuestionado estas suposiciones erróneas. Pero, por favor créanme, las creencias erróneas que nos decimos a nosotros mismos, vienen directamente desde lo más profundo del infierno. Son formuladas y despachadas por el propio diablo. Este es muy sagaz para repartir las creencias erróneas. No quiere correr el riesgo de ser descubierto, de modo que siempre hace aparecer como verdad la mentira que nos dice.
Palabras como: "Nada me sale bien. Siempre estoy cometiendo errores", son buenos ejemplos. Basta que hagas un error y creerás esa mentira. "Nada me sale bien" es una afirmación errónea. Si crees palabras como ésas, estás creyendo una mentira.
Martín Lutero, al enseñar el significado de la sexta petición del Padrenuestro, ("no nos metas en tentación"), escribió: "En esta oración pedimos que Dios nos guarde y nos proteja para que el diablo, el mundo y nuestra carne no nos conduzcan a creencias erróneas, a la desesperación y a otros grandes vicios e ignominias". Efectivamente, las consecuencias de la creencia errónea conducen a la desesperación y a los otros "grandes vicios e ignominias".
Piensa por un momento en las cosas que te dices a ti mismo. Si te repites que tu suegra te odia o que el fulano de al lado es un vecino malvado y repugnante, ¿cuál va a ser tu reacción? Creerás aquello que te repites. En consecuencia, tratarás a tu suegra como a un enemigo y a tu vecino como a un malvado.
Es muy probable que tu suegra y tu vecino te hayan dado alguna razón para que te digas esas cosas acerca de ellos, de modo que puedes sentirte justificado con tu monólogo interno. Sin embargo, eres una víctima de la creencia errónea.
¿Por qué?
El apóstol Santiago nos muestra de dónde viene esta manera autodestructiva de pensar. "Pues esta no es la clase de sabiduría [superficial] que viene de Dios, sino que es una sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo" (Jas_3:15, Versión Popular). Las afirmaciones negativas y distorsionadas que las personas se repiten a sí mismas, provienen del diablo. Tu naturaleza las acepta sin cuestionarlas y entonces, como alimento descompuesto y en mal estado, estas palabras de veneno mental crean dolores y angustias emocionalmente perjudiciales.
Esta dieta de toxinas mortales te matará, según San Pablo. Dijo que el "preocuparse por lo puramente humano lleva a la muerte" (Rom_8:6, Versión Popular). Si continúas diciéndote afirmaciones distorsionadas, tendrás sentimientos negativos y caerás en conductas negativas.
Persistir en pensamientos dañinos es contrario a la voluntad de Dios.
Dios no desea que sus hijos sufran depresión, preocupación ni enojos ingobernables.
¿Sabías que Dios quiere que seamos capaces de controlar nuestros sentimientos y acciones?
Podemos lograrlo cuando nos libramos de las creencias erróneas y comenzamos a tener en cuenta qué es lo que nos decimos.
Un paciente llamado Carlos llegó al consultorio para su sexta sesión de terapia. Mientras hablaba se retorcía nerviosamente las manos.
—Estoy llegando al punto en que me siento tenso y confundido casi todo el tiempo —le dijo al terapeuta—. He orado sobre esta cuestión, y sé que la Biblia dice que no debemos ponernos nerviosos por nada. Pero no puedo sobreponerme, y esto va de mal en peor.
—¿Te sientes tenso todo el tiempo? —le preguntó el terapeuta.
Carlos frunció el ceño. —Todo el tiempo. Unas veces más que otras. Voy a la iglesia, pero eso no me ayuda. El domingo pasado apenas pude aguantarme. Tenía ganas de salir corriendo.
—¿Por qué no saliste?
La pregunta sorprendió a Carlos.
—No podría haberlo hecho. Todo el mundo se habría dado cuenta.
—Supongamos que efectivamente todos se fijaran en ti. ¿Acaso las miradas te pueden herir?
—Habrían pensado que estoy loco o que estoy espiritualmente frío. ¡Simplemente jamás podría salir de la iglesia así!
—Pero dijiste que apenas podías estar allí. ¿Quieres decir que porque estabas rodeado de gente te sentías obligado a quedarte?
—Sí, por supuesto. Quiero decir que si me ponía de pie y salía, los demás hubieran pensado que me pasaba algo malo.
—¿Hubiera sido muy terrible eso?
—¿Y si se enteraban de lo que pasaba dentro de mí? ¿Y si descubrían lo tenso y trastornado que estoy casi todo el tiempo? Siempre tengo miedo de que la gente descubra lo tenso que me siento.
—¿Y qué pasaría si la gente se enterara de algunos de tus sentimientos recónditos?
—Tal vez pensarían que soy un tipo raro. O que no soy un buen cristiano. Después de todo, se supone que los cristianos debemos estar contentos y tener paz.
—Déjame preguntarte una cosa, Carlos. Si un amigo tuyo anda tenso y nervioso, ¿lo vas a llamar un tipo raro o un mal cristiano?
Carlos se acomodó y se quedó mirando al piso.
—Por supuesto que no.
—Al parecer crees que lo que otros piensan acerca de ti es más importante que tus propios sentimientos.
Carlos quedó en silencio por un momento y luego dijo: —Efectivamente, quiero que todos piensen bien de mí. Quiero agradar a todos, y hacer lo que la gente admira ....
—Permíteme examinar lo que dijiste hasta ahora y ver dónde están tus creencias erróneas.
Carlos asintió con la cabeza: —Puedo ver una, por lo menos.
—¿Cuál?
—La creencia errónea de que todos debieran quererme y apreciarme. Y que sería terrible si no lo hicieran.
Ese día Carlos hizo un gran descubrimiento. Descubrió la importancia que tienen las palabras que uno se dice a sí mismo. Estas palabras, es decir nuestro monólogo interno, son palabras que nosotros escuchamos y que nos llevan a nuestras creencias erróneas.
Una de las creencias erróneas de Carlos era que, para ser feliz, tenía que saber que le resultaba agradable a la gente.
Creencia errónea: "Debo agradar a la gente. De ninguna manera mis acciones deben hacer que otros me rechacen. No podría aguantar que alguien no estuviera conforme conmigo".
Esta cadena de creencias erróneas provoca ansiedad y es una interminable fuente de sufrimiento.
La verdad: El cristiano no tiene por qué luchar para obtener la aprobación de todos los que lo rodean.
Carlos necesitaba comprender que la gente a la que se sentía obligado a agradar, en realidad no tenía poder para herirlo, aun cuando él no les resultara agradable. Se dio cuenta de que muy rara vez la gente se preocupa por nosotros en la medida en que creemos que lo hace. Pudo hacer profundos cambios en su manera de pensar cuando por fin comprendió que las consecuencias reales de la desaprobación de los demás nunca podrían causar tanta desesperación y angustia como le causaban sus creencias erróneas. También comprendió que lo más importante es la aprobación de Dios.
Carlos fue afortunado. No terminó en un hospital ni en la esclavitud de las diversas drogas, sino que pudo retomar el control de sí mismo.
De ti depende que seas feliz o infeliz.
Entrarás en el camino de la libertad cuando tomes el primer paso e identifiques tus creencias erróneas por lo que realmente son. Aprende a reconocerlas como mentiras del diablo.
"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jua_8:32), es una promesa de Jesús. Permite que la verdad exponga tus creencias erróneas.
Puedes encontrarte libre de sentimientos tan desagradables como la amargura, la opresión, la depresión, la ansiedad, el resentimiento, la ira, la desconfianza y la hipersensibilidad. Puedes aprender a ejercer control sobre ti mismo, y a disfrutar de ello.
En cuanto a la salud mental y emocional, lo que creemos es de suma importancia y nos afecta. Las otras personas, las circunstancias, los sucesos y las cosas materiales no son las que te dan la felicidad. Lo que tú crees acerca de esas cosas es lo que te hace feliz o infeliz.
Si piensas que sería terrible que nadie conversara contigo en una cena, tu ser mental y emocional reaccionará de acuerdo a ello. Al prepararte para ir a la fiesta te sentirás tenso, en el camino te pondrás ansioso. Una vez allí transpirarás todo el tiempo y te sentirás incómodo. Estarás impulsado continuamente a encontrar a alguien con quien hablar, para sentirte que participas de lo que ocurre allí, para sentirte aceptado. Te preguntarás por qué estás tan nervioso. Tal vez te disculpes a ti mismo diciéndote: "Bueno, estas fiestas no son para mí. Después de todo soy una persona tímida".
¿Comprendes cómo las creencias erróneas nos hacen privarnos del gozo y de las bendiciones de la vida en Cristo?
En el ejemplo anterior las creencias erróneas son:
1. Sería terrible si nadie me hablara en las reuniones sociales (o si no conociera a nadie).
2. Es horrible sentirse cohibido y nervioso. La verdad es:
Puedo disfrutar en cualquier parte, y no necesito que alguien me esté hablando para pasar un buen rato.
No me voy a morir por sentirme cohibido.
No tiene nada de malo sentirse así.
Nadie se ha muerto jamás por sentirse incómodo, pero nuestras creencias erróneas nos dicen que el sentirse incómodo es terrible, espantoso, desesperante, horrible, cuando en realidad, aunque no sea divertido, puede ser perfectamente soportable.
La manera cómo piensas y crees determina cómo te sientes y qué haces. Es nuestro propósito cambiar tus básicas creencias negativas erróneas hasta el punto en que te dispongas en forma enérgica y activa, a librarte de ellas . . . definitivamente.
Si eres consejero, puedes ayudar a la gente llevándola a descubrir sus creencias erróneas. Podrás ver cómo cambian y florecen las vidas a medida que la gente hace a un lado las creencias erróneas e inyecta activamente la verdad en su vida.
Ahora el interrogante es: ¿queremos realmente ser felices?